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EN LA MILONGA DEL
CENTRO CULTURAL LOLA MORA, UNA JOVEN ARTISTA DE LAS LETRAS, IBA CON SU PLUMA,
BURILANDO EN SU IMAGEN, COMO LOLA, LA OBRA
QUE EXPONE AHORA. LUCES Y SOMBRAS EN LA MILONGA.
…a veces, cuando menos lo esperas, dos líneas de una prosa,
te colocan en el protagonismo de una historia que se mueve al ritmo de un
movimiento artístico, intelectual, que una integrante como Ursula Manzur,
plasma el desplazamiento del Tango jugando con la vida, entre luces y sombras
de la condición social y humana.
Mientra en El Lola, al ritmo del 2X4 los bailarines jugaban
con la seducción en un tango milonguero, canyengue y compadròn, una joven poeta
observaba los detalles que iría pintando con colores de tiempos y espacios que
su imaginación iba cincelando, como LOLA MORA para dejar al descubierto su
obra.
Y nosotros, los que Ursula Manzur tomo al cruce de la vida,
le dimos los movimiento como cuando se encienden las luces y salimos al ruedo
de la noche, de la vida, de la calle, Marcela que abre el espectáculo y pone en
escena la conjunción de publico y actores, invita a jugar al arte de vivir La Milonga que se transforma
en el punto de partida del Bondi que los lleva a la felicidad o lo lleva como
alma en penas por que un amor se quebró, cuando al decir de Ursula: “Yo me río
cuando su amado me guiña el ojo a sus espaldas.”
Allí, luces y sombras que van cubriendo el adentrarse de la
noche pero…eso te lo cuenta Ursula, por que ella pinto un cachito de vida con
Marcela, con Carolina, con la orquesta, su cantante y conmigo…(El fotógrafo) Y
dice Ursula Manzur:
“Tal vez de tanto usar el gris te ciegues con el sol... pero
eso tiene fin
Hay tanto miedo en mi, como en esas mujeres que se arreglan
durante horas para ir a la milonga, y nadie las saca a bailar. Ese es el miedo
a amar.
El hombre que sacó a bailar a la mocosa, y cuando volvió a
su mesa, uno más viejo se estaba levantando a su mujer, que paciente y
elegante, esperaba que regrese.
Sacan al pasillo sus piernas para que le miren los zapatos.
Anoche me di cuenta que yo siempre llevo botas. Algunas son mujeres de
películas, otras brujas. Las mayores son las sabias. Las pendejas las perdidas.
No es necesario generalizar. En las milongas y en la calle hay cruzas.
Y una gran mujer anima el show. Con un coraje de búfalo se
enfrenta a un tumulto de gente que casi no contesta sus preguntas.
Cantó una mujer actriz. Y cantó un tanguero que encendió mi
motor de inspiración y yo no tenía lapicera.
Algunas pasan y se ríen de mí. Yo me río cuando su amado me
guiña el ojo a sus espaldas.
Hay un fotógrafo que anda feliz de mesa en mesa, y a mi me
gustaría fotografiarlo. Tiene tantas pistas de baile en la sonrisa, que nadie
le dice que no.
"Tenes que ser flaca bailarina y pendeja sino, no te
sacan a bailar", me decía la mujer más linda de la milonga que esperaba
hacía dos horas que alguien venga y se la lleve. Le tiramos unos gritos de
suerte, y la vimos revolear más tarde las piernas.
Me gusta estar sentada mirando como todos se equivocan.
Atrás, si miras bien, toca una banda. Todos parecen salidos de un cuento. Ellos
parpadean el dos por cuatro en otro nivel, sienten como la gravedad de las
medias negras, trata de confundirlos. Pero impecables perfuman cada pieza de
punta a punta. Algunos no se dieron cuenta de que estuvieron, porque fueron a
la milonga a charlar. Seguro hacia mucho no se veían y aprovecharon esa noche.
Pero yo si los escuché, y escuché de a ratos su soledad musical elevarse con su
alma por el pasillo de un grito.
Cuando te veo en esa esquina, y no puedo saludarte de la
vergüenza y el miedo, las parejas de ideas de mi cabeza, se chocan bailando
tango.”