TODOS LOS CONOCEMOS POR…EUGENIO.
EUGENIO; se desplaza entre la quietud de su ego, de la sencillez, de la humildad de vivir y, del conocimiento de las pequeñas cosas que hacen bien o, daño a la condición humana.
Es un funcionario “ad hodc”, dice su sello y con una bicicleta con muchos años de servicio, cumple religiosamente con su tarea en el Juzgado de Faltas del distrito de Almirante Brown.
En su función, tiene la oportunidad de conocer luces y sombras, de palpar miserias físicas, intelectuales y de moralinas amorfas. Tiene la oportunidad de compartir sueños y esperanzas de ciudadanos, de trabajadores, de comerciantes y, ver caer maduros y frustrados los sueños de unos y de otros.
Solidario al mango. A su paso, nadie queda en la vía. Ayuda a dos manos, con el corazón, el alma y el bolsillo.
Por eso, en su escritorio se observa una pila de escritos y, rodeado de personas que…lo consultan o solicitan su opinión o, el pedido explicito de lo que se trate.
No sabe de rencores y, la hierba mala no florece en su corazón. Tiene el Don de ubicuidad. Y, algunos creen que por este principio, se pueden abuzar de su carácter y desconocen y, o, menoscaban su intelecto, su capacidad administrativa en las cuestiones sociales, de aquellas que se emplean para erradicar a la pobreza, o aliviar situaciones conflictivas domésticas, institucionales, laborales.
Lleva la experiencia en su andar, por lo tanto, la vivencia lo autoriza a opinar, o a indicar tentativas soluciones que, en mas de una oportunidad, tendrían el valor agregado que necesitan para cumplir objetivos determinados.
Y, esta nota la hago por la sencilla razón de una metida de pata que realice, con los que entregaron el reconocimiento a Remo Romanazzo.
Simplemente, increpé al Sr. Luis Vázquez por no haberlo invitado a Eugenio (intermediario en la gestión ante FABA) al estrado donde se entrego la placa y, el señor Vázquez, incómodo, me respondió…”no, si lo invitamos y no quiso ir…”
…y lo miré a Eugenio, “como con bronca y junando, de rabo de reojo a un costau…”
Después, mirando al piso sonreí, Eugenio es Eugenio. Trabaja con la palanca, mueve al mundo pero…en las sombras armoniosas que contiene el bien común.
Yo, metido a defensor de “pobres y ausentes” fui presa de la humildad de Eugenio, el alma caritativa y solidaria, oculta en los pliegues de la vida que alumbró su mamá, de apenas 99 años recién cumplidos.
Juanqui
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