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Carta a Brunilda
Carta a Brunilda
Junio
21, año seis del siglo XXI. Brunilda;
ayer, he sentido el fresquito del aire que me acarició y anunció la llegada del
otoño. Miré el follaje moteándose de rubio, sonreí, y un galope inquietante me
fue ganando el pecho. Las acacias frondosas, altas y fuertes, erguidas como
granaderos me saludaron al llegar, busqué nuestro banco incrustado entre las
ramas del rosedal y el recuerdo me envolvió con pasión y ternura, escuché el
susurro de tu voz ronquecina, temblorosa, “te quiero, te quiero”, y tus labios
carnosos, ardiendo, me rozan el cuello y nos metemos cuerpo a cuerpo hasta
fundirnos entre gemidos. ¿Te acuerdas Brunilda, cuando te rompí la blusa? Se
rasgó de punta a punta por la espalda y tu piel desnuda me produjo un impacto
eléctrico que me cruzó de pié a cabeza y morimos en el infinito de un beso.
Cumplías quince, yo dos más, temblábamos mirándosno y sintiéndonos piel a piel,
y me decías con aquella voz de la
Piaff , “mi corazón se ha vuelto saltarín y quiere escapar, lo
tengo aquí, apretado en la garganta” En el 55, vinieron todas esas cosas que
nos alejaron, tus padres te llevaron a Roma y los míos a París. Y nos perdimos.
Ni tú ni yo supimos de aquella partida imprevista. Después me prohibieron
escribir a Buenos Aires, y a vos también. Diez años mas tarde regresé y me mostraron
aquella carta donde leí; “…me he casado, para que mis padres no mueran en
soledad acepté a este ladero que los contiene en este círculo social de prestado,
solamente, le pido perdón a la niña que llevo en la panza, pero, mi amor, mi
amor que nunca olvidaré, es Juan Manuel. Tía, Juan Manuel está en mis sueños,
en mis días, en el aire de otoño, de primavera, como allá, cuando nos acurrucábamos
entre la tibieza de nuestros días, si lo vez tía, dile que mi alma está mustia
de tristeza y que lo querré hasta la muerte..." Claro, yo no me casé Brunilda. No tenía con
quien. Ahora ya sé que vendrás, gracias a este meil puedo mirarte y ver que
nuestro amor sigue apretujado y aguardando entre las espinas del rosedal. La brisa
fresquita y juguetona de este otoño, me ha traído el perfume de tu cuerpo, de
tu pelo, del pubis, de tu aliento...Otra vez he leído tu carta donde recuerdas
mis versos y cuentas que a tu nieto le has puesto Juan Manuel. Mi nombre. Ahora
sé que vendrás. Hay fuerza en el ambiente, las rosas han despertado antes, las
acacias han tapizado el piso, y yo, con algunas canas y las cuentas del tiempo aliñándose
en mi rostro, miro con serenidad tu imagen y la tristeza que asoma en tu cara. Los
pétalos que me ha entregado cada invierno el rosedal del Botánico, están
escritos con el alma y metidos entre las hojas de los libros que siempre me
acompañan. Te espero Brunilda con el amor en colores que los días comienzan a
pintar entre un rojo, amarillo, azul y luz. Te quiero más allá del tiempo, y
acuérdate cuando escuchábamos cantar a Silvana, por que: ”-la luna es la misma
que vimos los dos, colgada en la punta de aquel callejón…” Y aquí estamos,
esperándote. Juan Manuel. (-en un locutorio de Adrogué, a los 21 días del mes
de junio del año 2006)
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