Matrimonio gay: una vergüenza menos, un derecho social más.
(Por Florencia Retamoso Concejal GEN – Almirante Brown)
La aprobación de la reforma del Código Civil, que incorpora la posibilidad de que las personas del mismo sexo accedan a la institución del matrimonio, importa un avance cualitativo de trascendental importancia en el camino hacia la igualdad de derechos con la que buena parte de nuestra sociedad sueña, y pone, al mismo tiempo, a la Argentina entre los países líderes del mundo en la materia.
No es mi intención polemizar en esta nota sobre sexualidad o religión porque la reforma aprobada no promueve ningún tipo de orientación sexual ni avasalla a creencia alguna. Lo que hace, simplemente, es reconocer el derecho a quienes lo reclamaban para terminar con un vacío legal, de orden civil, que no puede ser cubierto por iglesia alguna ni ser resuelto en la cama.
Fueron la política y el Congreso de la Nación –ámbitos naturales en toda democracia– los que resolvieron el caso, no solamente para el “orgullo gay”, sino para orgullo de todos los argentinos. En efecto, con sus idas y venidas, sus acuerdos y desacuerdos, fueron los legisladores quienes nos han quitado a todos una vergüenza menos para reconocernos un derecho más. Y esta es una conquista social de nuestra democracia que expresa la voluntad inclusiva y aperturista de la mayoría de los argentinos.
Desde este punto de vista, sería mezquino que determinado sector político se atribuyera la sanción de esta Ley como un “triunfo” porque, en realidad, constituye un gran paso adelante que nuestra sociedad ha dado en conjunto.
Que se apruebe el “matrimonio gay” no significa la promoción de la homosexualidad así como la aprobación de la Ley de Divorcio Civil no pretendía impulsar el divorcio ni desalentar el matrimonio. La sanción de esta ley implica, fundamentalmente, el reconocimiento de derechos para una porción de la población que venía siendo discriminada.
Lo que hizo el Congreso de la Nación fue hacer realidad el derecho a la igualdad ante la ley haciéndolo concretamente más extensivo. De ahora en más, el Estado reconocerá y tutelará uniones deseadas o de hecho, que sólo deben quedar reservadas tanto para la intimidad como para la dicha pública de quienes las anhelan o las tienen. Por eso, es importante destacar que esta Ley no impone más obligaciones que a quien quiera tomarlas.
Como mujer y ciudadana no puedo menos que alegrarme de que cada día más argentinos puedan gozar de los mismos derechos que tengo yo; derechos que, hasta ayer, le eran vedados a un sinfín de conocidos, amigos y compatriotas que merecían ser incluidos en la institución del matrimonio para blanquear una realidad innegable y ponerle límite a la hipocresía.
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