Gacetilla de Prensa Nro 12 / 2010
MUJERES DE MILITARES SE ENCADENAN EN EDIFICIO LIBERTADOR
Un grupo de mujeres pertenecientes a la Asociación de Familiares y Amigos de los Presos Políticos de Argentina se presentó en el edificio Libertador, sede del Ministerio de Defensa, y exigió mantener una reunión conjunta e inmediata con la Ministro de Defensa, el Jefe de Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, y los Jefes de Estado Mayor de cada una de las Fuerzas.
Cansadas de solicitar audiencias particulares en reiteradas oportunidades, y ante el silencio cómplice de quienes tienen el deber de velar por las instituciones castrenses, el grupo de AFyAPPA pone de manifiesto su firme decisión de permanecer encadenadas en la sede militar hasta que se haga efectiva la reunión solicitada.
La titular de la entidad, María Cecilia Pando, remarcó que “las instituciones no pueden seguir mirando al costado, como si nunca hubieran conocido a nuestros familiares y amigos. Ellos están siendo juzgados por pertenecer al Ejército Argentino, a la Marina de Guerra o a la Fuerza Aérea. Estarían gozando de libertad si hubieran dedicado su vida a otros menesteres o hubieran formado parte de otras entidades como los Scouts o los Bomberos Voluntarios. Cuando nuestros familiares y amigos son acusados de haber conformado una asociación ilícita, están acusando al Ejército, a la Fuerza Aérea y a nuestra Armada, de constituir asociaciones ilícitas.
Y los mandos de las instituciones tienen el deber y la obligación de apoyar y respaldar a los subordinados que cumplieron órdenes, en el marco del conflicto bélico que enfrentó a los argentinos en la década del 70. Nuestros familiares y amigos no eligieron el destino o el puesto de combate que les tocó ocupar en aquella confrontación. Ellos no decidieron entrar en operaciones. Tampoco definieron la metodología a utilizar en la contienda. Fue el estado nacional, representado en la persona de los mandos castrenses, el que definió el puesto que cada uno ocuparía en la guerra contra el terrorismo ¿Lo tienen claro los señores generales, brigadieres y almirantes?
Y todo esto es tan así, que terminado el conflicto, nuestros familiares y amigos continuaron sus carreras sin siquiera una observación a sus supuestas conductas delictivas, demostrando tácitamente, que ellos habían ejecutado simplemente lo que las instituciones a las que pertenecían les habían ordenado efectuar. ¿Estamos equivocadas en nuestro razonamiento?
Imaginemos que el estado de Israel, dentro de algunos años, con un gobierno de signo político contrario al actual, se decidiera a sentar en el banco de acusados a los oficiales y suboficiales del ejército israelí, que a principios del mes de junio de este año llevaron a cabo una operación militar contra una embarcación de supuesta ayuda humanitaria para la Franja de Gaza, haciéndolos penalmente responsables de las muertes causadas en ese incidente. ¿Podrá el comandante actual de aquella fuerza permanecer indiferente, como si nada tuviera que decir? ¿No sería su deber explicar públicamente la naturaleza de lo castrense, dejando a salvo a los subordinados que bien o mal arriesgaron su vida en la contienda? No se trata de justificar o de reivindicar lo actuado. Se trata de colocar las cosas en su sitio. Si hay algún responsable por lo sucedido en el marco de la operación israelí, lo justo sería acusar al poder político que ordenó la ejecución de la operación.
Si el hundimiento del Crucero General Belgrano en la guerra por la recuperación de nuestras Islas Malvinas fuera catalogado como un crimen de guerra. ¿Sería justo que terminara acusado el cabo o el sargento que tuvo a su cargo accionar el torpedo que concretó aquella masacre? ¿O que terminara acusados de crimen de lesa humanidad los pilotos que lanzaron las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki? ¿Sería lógico que ante estas situaciones los comandantes de las fuerzas involucradas no dijeran una sola palabra esclarecedora?
Y termina Cecilia Pando: Por eso estamos acá. Queremos escuchar a los Jefes de Estado de Mayor, delante de la Ministro de Defensa, que nos expliquen personalmente porqué permanecen en silencio, como si ellos nada tuvieran que ver con lo sucedido. Queremos que nos miren a los ojos y nos digan que estamos equivocadas. Queremos que por una vez en la vida, se quiten la hipocresía, se pongan los pantalones y nos digan sin dobleces lo que realmente piensan
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