Sunday, February 22, 2009

LEA A PATRICIA BARRAL SABOREANDO UNOS MATES CON TORTAS FRITAS Y...

el observador
Cambios en el tablero politico
Para la mayoría, la oposición al PJ puede gobernar el país
La flamante alianza entre Macri, Solá y De Narváez, bendecida por Duhalde, parece confirmar esa rara virtud que caracteriza al peronismo de ocupar casi todos los espacios políticos. Es así que, sin sonrojarse, hay peronistas de derecha y de izquierda, kirchneristas y antikirchneristas, setentistas y noventistas. Opositores como Margarita Stolbizer y el ahora ex oficialista Humberto Tumini se quejan del peso del “aparato” del oficialismo, pero la última encuesta de MyF alerta que el 42,4% piensa que la Argentina puede volver a tener un gobierno estable y eficaz que no sea peronista.
Por Patricia Barral

Pintadas. Lo que antes era una muestra de la militancia artesanal hoy es parte de la industria que acompaña a los partidos, o del espacio callejero de la protesta.Pintar cuatro paredes en una madrugada y mantenerlas 24 horas, mil pesos. Un fin de semana, en una autopista, con diez paredones a cal y brocha, 15 mil. Romperles la cabeza a los militantes contrarios en la pelea por un murallón en San Francisco Solano no tiene precio.
Años atrás, salir de noche a copar una pared formaba parte de la mística militante en universidades, sindicatos y barrios. En esos tiempos se discutía política porque rebosaban de ideas y sus venas tejían un cuerpo vital, donde pensar las utopías como posibles era cotidiano. El plomo y las bandas negras de la dictadura, la violencia desatada en el país entre bandos irreconciliables que creían en la eliminación física del otro-enemigo y, ya sobre el fin del siglo XX, la mercantilización de la política dieron paso a otras ideas en el imaginario colectivo, cuyos eslóganes más populares son: “La política es una mierda” y “Yo soy apolítico”. Frasecitas llevadas como estandartes, símbolos de lo complicado que resulta hoy construir desde y para la política, pero en serio, como si fuera una herramienta para organizar y mejorar a las sociedades y no una mesa de póquer.
El juego de palabras del comienzo alude a datos reales sobre cuánto cuesta un trabajo profesional de pintadas políticas. Harapos de la militancia de los 70 o de la fatalmente perdida pulsión de los 80. Con la recuperación democrática, los dos grandes partidos argentinos, UCR y PJ, comenzaron un proceso de descomposición fenomenal contrariamente a la madurez que podía esperarse. Desde entonces, el radicalismo sufrió la peor parte en términos electorales e institucionales.
“Con la vuelta a la democracia, hubo una idea de que se podía recuperar la política, un proyecto. Pero fracasó. Después pareció que el peronismo iba a recuperar sus raíces, su proyecto nacional. El menemismo destruyó eso”, dice Francisco “Barba” Gutiérrez, el intendente de Quilmes. Lo que se hizo florecer, en cambio, fue la clientela política.
En todos lados. El peronismo tiene la rara virtud de ocupar buena parte de todos los espacios alternativamente. Juega a la derecha, a la izquierda, es oficialismo y oposición a la vez (como ahora, como antes Menem-Duhalde) y desde este escenario peronizado se evalúa como “lamentable” el rol de la oposición, e incluso desde ciertas tribunas se le asignan tareas que no le corresponden, como hacer propuestas de gobierno. Una de sus funciones es, en todo caso, elevar proyectos pero legislativos. La idea de que a este país sólo puede gobernarlo el peronismo, con aparatos y patotas sindicales, sobrevuela muy bajo desde principios de siglo.
“Al peronismo le resulta muy difícil aceptar que a veces no le toca gobernar”, dice Margarita Stolbizer (CC). Y agrega: “Es muy evidente su afán perpetuador, aun cuando eso termina siendo un denominador de casi todos. A los radicales nos pasó cuando creímos que nos quedábamos para hacer el tercer movimiento histórico, y olvidamos lo cotidiano. Pero al peronismo más que a nadie, y cuando les tocó no estar hicieron todo prácticamente sin límites para volver. Las responsabilidades son compartidas. Todos esos intentos por recuperar el poder en 2001 no hubieran tenido acompañamiento si la Alianza hubiera cumplido mínimamente con lo prometido”.
Desde el 10 de diciembre de 1983 hasta hoy el peronismo detentó el poder formal 17 años y 9 meses, y lo hace aún. Mientras que gobierna la provincia de Buenos Aires desde hace 21 años y 2 meses. Contó alternativamente en tantos años con mayorías o consensos en las cámaras legislativas pero no fue capaz de elaborar un proyecto de país coherente, equitativo y consensuado con políticas de Estado. A cambio, se desarticuló y segó a la Argentina profunda y engordaron trágicamente los cordones bonaerenses y los suburbios de otros centros urbanos. “Todavía hay zonas como José C. Paz o Malvinas Argentinas, donde el 100% de la gente no tiene cloacas ni agua potable, cuando el Conurbano tuvo una época en que recibía 2 millones de dólares por día”, recuerda Stolbizer.
En un trabajo de campo de finales de enero, el último realizado, Managment and Fit preguntó a parte de la población del país si creía que sólo puede gobernar el peronismo. El 11,7% coincidió con esa idea, el 42,4% consideró que hay espacio para una fuerza opositora y un 19,3% dijo no estar seguro. El 7,7% eligió otra respuesta, mientras que el 18,9% fue ubicado en el casillero “No Sabe/No Contesta.
Cuando se consultó quién debería liderar ese espacio nuevo, el 3,6% mencionó a Mauricio Macri, pero aún el Jefe de Gobierno no había anunciado su frente pro peronista disidente. El 3,1% a Elisa Carrió. Y casi el 85% no sabría quién debería conducirlo.
En la provincia de Buenos Aires, es parecido pero al revés: 2,9% optó por Carrió, el 2,7% por Macri. Y el 12,3% cree que sólo puede gobernar el peronismo.
Humberto Tumini, del Movimiento Libres del Sur, convertido recientemente en desertor del kirchnerismo, dice que es “mentira” que a este país sólo lo puede gobernar el peronismo. Con lógica sencilla, señala que “ésa es una visión interesada que los mismos peronistas difunden; sacando la etapa de Perón, el país está como está porque nos han gobernado el peronismo y los militares”. El líder social, sostén de la primera parte del proyecto kirchnerista, se sincera: “Cuando Néstor Kirchner abandonó la idea de construir una nueva fuerza con este argumento de que no se puede gobernar si no es con el justicialismo, empezó su debacle política, primero paulatinamente y después abruptamente”.
Los aparatos. Si bien los juegos retóricos de sus voceros influyen, como cuando Antonio Cafiero dice que los peronistas son como los gatos cuando gritan, que no están peleando sino reproduciéndose, lo que aparece en la realidad es que las identidades políticas están completamente desdibujadas. No queda claro qué es lo que se reproduce. ¿Cómo se construye ahora, después de años de clientelismo obsceno, del “Que se vayan todos”, cuando se lleva como una virtud declararse apolítico y cuando la sola mención de que se forma parte de un partido lo hace ver al fulano o fulana como portador de un mal transferible de persona a persona. ¿Hay militancia real o son sólo voluntades compradas? ¿Hay ideología o es puro pragmatismo? Un debate acecha: ¿sirve ahora trabajar en la recuperación de los viejos partidos?
Stolbizer, Gutiérrez y Tumini coinciden en que los aparatos clientelares tambalean. Que si bien fue difícil y traumático oponerse y construir por fuera, no fue imposible y los tres recogieron de la canasta electoral. La referente bonaerense de la Coalición Cívica cree que “a las dificultades hay que contextualizarlas en un momento de debilitamiento de los partidos políticos, por eso no puedo decir que sea muy difícil construir por afuera porque, al contrario, ese debilitamiento facilitó nuestra construcción. Sí fue traumático dejar el radicalismo. Pero a la gente la seduce más participar en el armado de una alternativa que permanecer en un partido que traicionó sus principios”.
Barba Gutiérrez, cree que los aparatos y el clientelismo fueron perdiendo terreno en parte “porque hay otra realidad económica y social. La inclusión hace a la gente más libre, y eso da la posibilidad de pensar o intentar cambiar lo que considera que está mal”. Dice que Kirchner no es el hacedor de esta renovación sino más bien “el beneficiario de haber interpretado por dónde tenía que pasar la política”, pero que ahora “comienzan los cuestionamientos porque no se profundizó. Los núcleos de pobreza existen, las injusticias existen, se arregló la Corte pero no abajo...”.
En 2007, durante la campaña electoral, los paredones de Quilmes se disputaban entre los militantes de Gutiérrez y los barras de la hinchada cervecera contratados por el candidato del ministro Aníbal Fernández. Dicen las habladurías que “Dedo” –Osvaldo Becerra– con su banda (no de cantores), sus parrillas, sus rodillos y otros fierros, es compadre del ministro. En varias ocasiones Gutiérrez, que entonces era diputado, tuvo que pedir protección en la Policía zonal para sus muchachos. Pero el móvil siempre desaparecía unos minutos antes de que llegara el bondi con los morochos calzados. Más de uno terminó en el hospital. “El aparato también es saber que podés hacer cualquier cosa. Ellos salían con protección, nosotros no”, dice el intendente, que consiguió la boleta colectora en la última elección cuando amenazó con ir por afuera del FpV con el sello del Polo Social.
La estrutura del PJ tembló por primera vez en años en las legislativas de 2005, cuando Kirchner jugaba a la transversalidad para acabar con el duhaldismo. “Tenían el escudito, las banderas eran de ellos y les pegamos una paliza. Entonces debilitamos mucho más a los partidos tradicionales”, dice Tumini. Radicales y socialistas también sucumbieron a la verba del patagónico y quebraron sus respectivos partidos.
¿Acaso la historia le reconocerá al ex presidente haber arrasado con lo poco que quedaba de las columnas tradicionales? ¿Fueron martillazos certeros o unos golpecitos en sus pies corroídos? “A Kirchner le faltó coraje político para enfrentarse más a fondo con un PJ con el que no se había enfrentado”, explica Tumini en lo que parece un intento de autoconsuelo.
Como queda dicho, en la última elección presidencial Kirchner volvió a los malos conocidos, aunque divididos y algo estropeados: el aparato. “Nosotros sabíamos de un tipo de trampa y nos preparamos para eso, pero el robo organizado de boletas no lo teníamos previsto –recuerda Stolbizer–. Y la verdad es que no nos interesa pelear en esas condiciones, queremos algo distinto. El gran desafío es producir un recambio moral en la política, y no renegamos de eso aun teniendo que competir entre aquellas maniobras. El cambio moral también es vivir en un país donde no haya gente que sufre padecimientos frente a gente que tiene riquezas tan exuberantes.”
El futuro de la política. ¿Pueden estos y otros dirigentes revertir el desinterés del ciudadano común por los asuntos de la política? Tumini sostiene que para ellos “es relativo eso de que no hay militancia”, desmiente por su lado el uso de dinero para arrastrar gente a las marchas y dice que 2001 generó una enorme militancia social en los barrios, cosa que no ocurrió “en los sindicatos y en las universidades”. Señala que la mayoría de las grandes organizaciones se construyeron sobre identidades de “izquierda o centroizquierda, rompiendo con el clientelismo justicialista”.
En Quilmes piensan parecido. “Antes uno no podía imaginar ganar una intendencia si no era con el justicialismo. Hoy sí. Lo mismo para los radicales. El modelo de representación política en Argentina no es más el tradicional. Aquel que piense que puede liderar con las viejas concepciones va a ser derrotado. Esto avanza independientemente del partido, es inexorable. Es probable que no tenga una organización todavía, pero hay lugares donde los liderazgos nuevos van canalizando esto. El gran desafío es promover este proceso de construcción. Ya no van más los acuerdos de cúpulas, y abajo todos acatan”.
Stolbizer cree que “después del conflicto con el campo viene una cosa distinta, hay una necesidad de cambio muy fuerte y contra eso los aparatos tienen límites. Nosotros ahora estamos armando acuerdos, pero no podemos quedarnos en la componenda superestructural porque la gente cada vez es más dueña de sus decisiones y no vota lo que le imponen. Ahora se está discutiendo el surgimiento de una nueva Argentina”.

El aparato, la caja y los medios.
“Creo que se terminó la joda con esto. Ojalá dentro de un año no existan más. No vamos a aumentar el monto porque no vamos a incentivar con más guita. Damos capacitación y opciones laborales”, dice una fuente del Ministerio de Desarrollo Social. Se refiere a los 650 mil planes Familia de 155 pesos a cada madre con hasta seis hijos. También están los 800 mil jefes y jefas de hogar que maneja Trabajo.
Decenas de denuncias sobre usos clientelares azotaron a estos programas, que fueron 3 millones. Igual que la entrega de chapas, colchones, electrodomésticos o alimentos antes de las elecciones.
En Desarrollo dicen que las últimas denuncias fueron por despecho, porque “los intendentes no tienen ninguna posibilidad con nosotros”.
Un dato es real: de a poco se suplanta la comida por una tarjeta magnética para compras familiares. Pero ahora que a Kirchner le cuentan las costillas, la información dice que el ex presidente llama al mostrador a esos jefes bonaerenses que ninguneó, y en un cuaderno anota lo que necesitan y lo que él aprueba para inaugurar antes de las legislativas.
Stolbizer relativiza: “Los aparatos tenían un valor en una sociedad sin este nivel de mediatización, por eso es importante el compromiso de los medios. Hoy la gente define más su voto por lo que ve en la tele que por lo que le dice el puntero”.
Gutiérrez insiste con el factor humano: “A veces se construyen liderazgos superficiales a través de los medios. Pero ahora es muy importante que te conozcan, que te toquen, que sepan qué valores y compromisos tomás y con qué cumpliste en tu vida”.

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