Friday, March 26, 2010

COLABORACIÓN DE AUTOCONVOCADOS DE AZÚL


La República en agonía
El ciudadano está desprotegido, acorralado. No hay a quien recurrir para hacer respetar los propios derechos. La criminalidad crece sin control.
La atomización de la sociedad y la ausencia de instituciones son una mezcla explosiva.
Vivimos al borde de un ataque de nervios, en una comunidad altamente conflictiva, en donde en cada esquina explota alguna forma de violencia. En donde cada uno se siente particularmente agredido, no valorado, indefenso; en donde la autorreferencialidad se impone como método de análisis y como base para la toma de decisiones; en donde la corrupción está dentro de cada uno.
De este comportamiento hemos generado un sistema país. Por ese camino hemos llegado a ser lo que somos: una de las comunidades más corruptas del mundo e incapaces de vivir en modo auténticamente razonable, inteligente, aprovechando lo que que tenemos.
No podremos salir de donde estamos sin educación y sin colocar algunos puntos fijos y firmes en este mar de confusión.
Nuestro sistema país está basado en la discriminación. Las familias, los que trabajan, los que estudian, los pobres, la clase media, los militares, los policías, los religiosos; todos discriminados. Discriminados por un progresismo que todo lo ha dado vuelta, que en su afán de ser moderno sacrifica seres humanos en el altar de la cultura de la muerte. Un progresismo falso, que descarta al ser humano y se embandera con teorías que han erosionado las bases mismas de la comunidad Argentina, con ideologías que han fracasado históricamente y sólo la ignorancia, la locura o la picardía infame, pueden intentar reflotar.
Desde este gobierno estatista se promueve esa discriminación pues no hay políticas para promover las familias, la salud, el trabajo, el estudio, la justicia, la defensa, la seguridad, el sentido de pertenencia. 
Pero parecería ser que la mayor parte de la oposición, desconcertada, insiste en seguir jugando a las muñecas, como amanerados, sin exaltaciones que van en contra del galateo, casi se tratase de un juego de mesa. El conflicto del campo le ofreció una ocasión única. Pero no obstante la dignidad prestada, la desperdiciaron pues hicieron lo de siempre: concentraron todos los esfuerzos en luchas internas. El resto lo hizo y lo hace la especulación filosófica de quienes, sin ser capaces de ser estrategas, trazan estrategias de oposición que no tienen consistencia; o peor aún, son cómplices. Total, lo que está en juego no es nada más que nuestras vidas, nuestra felicidad. No quieren reconocer, con determinación e integridad moral, que el poder Ejecutivo nacional está atropellando a la mayoría de los ciudadanos y que viola la Ley Fundamental de los Argentinos. No quieren salir al cruce gritando, y poniendo el pecho si hace falta, que una vez violada esa Ley el resto es un mero trámite. Que ya vivimos en una tiranía.
El kirchnerismo no sólo no está en retirada sino que avanza y la oposición fracasa porque es incapaz de decodificar la estrategia de los tiranos.
El gobierno nacional utilizar todos los trucos propios de quien sabe jugar sucio y no tiene respeto por nada ni por nadie.
Los gangster en el poder buscan la parálisis de la oposición y la logran. Mientras tanto, los Kirchner siguen por su camino, como elefantes en bazar de porcelana; vetarán leyes, harán trampa, pues saben que los más hábiles desarmadores de la resistencia civil son sus propios opositores; saben que están tan vacíos de humandidad, de amor a la patria y de proyectos estratégicos, como ellos mismos.
Lo que estamos viviendo es la prueba de que el sistema país está terminado y que esta agonía puede acarrearnos muchos años de sufrimiento.
Es imprescindible que surja una nueva dirigencia que tenga en su corazón el bien común porque, como un evento inexorable, se va acercando la hora de la verdad, en donde o defendemos lo nuestro o sucumbimos ante la cultura de la muerte que hoy se presenta como el socialismo del siglo XXI; miserable barrera fumógena detrás de la cual se esconde el capitalismo de un estado corrupto y de sus amigos; un sistema despiadado y totalitario.
Luis Vanella
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