Un gobierno que ha perdido todo contacto con la realidad
Thomas I. Friedman
The New York Times
WASHINGTON.- Soy un fanático de Joe Biden. El vicepresidente es un infatigable defensor de los intereses de Estados Unidos en el exterior. Así que me duele tener que decir que en su reciente viaje a Israel, durante el cual el gobierno de Benjamin Netanyahu le refregó en las narices unos nuevos planes de viviendas para la controvertida Jerusalén Oriental, el vicepresidente perdió la oportunidad de enviar una fuerte señal a la opinión pública.
Debería haber cerrado bruscamente su laptop, abordado el Air Force Two y volado de regreso a casa, dejando una nota con lo siguiente: "Mensaje de Estados Unidos al gobierno israelí: «Los amigos no dejan que sus amigos conduzcan borrachos. Y en este momento, ustedes están manejando borrachos. ¿Se creen que pueden avergonzar a sus únicos verdaderos aliados para satisfacer sus necesidades políticas internas sin que les traiga consecuencias? Han perdido todo contacto con la realidad. Vuelvan a llamarnos cuando quieran hablar en serio. Nosotros tenemos que concentrarnos en construir nuestro país»".
Creo que eso habría enviado un mensaje muy útil por dos razones. En primer lugar, porque la actitud de los israelíes toca de lleno una de las preguntas que muchos se hacen acerca del equipo de gobierno de Obama: ¿qué tan duros son estos tipos? En momentos en que debe hacer frente a Irán y a China -por no hablar del Congreso-, lo último que necesita el presidente es que parezca que el aliado que más depende de Estados Unidos lo puede llevar y traer de las narices.
En segundo lugar, Israel necesita que alguien lo llame a la realidad. Seguir construyendo asentamientos en Cisjordania y hasta viviendas en la disputada zona de Jerusalén Oriental es lisa y llanamente una locura.
Yasser Arafat aceptó que los suburbios judíos del lugar estuviesen bajo la soberanía de Israel si un eventual acuerdo de paz también convertía las zonas árabes de Jerusalén Oriental en una capital palestina. Los planes de expansión de viviendas ponen en duda si Israel estará dispuesto alguna vez a concederles a los palestinos una capital en los barrios árabes de Jerusalén Oriental, lo cual presenta un grave problema.
Israel ya se ha comido gran parte de Cisjordania. Si el país quiere seguir siendo una democracia judía, su única prioridad debería ser lograr un acuerdo con los palestinos que les permita intercambiar esos bloques de asentamientos en Cisjordania ocupados por judíos por una porción de territorio equivalente de Israel para los palestinos, y luego cosechar los beneficios de ponerle fin al conflicto.
Lamentablemente, no es esto lo que ocurrió la semana pasada. Desde hace nueve meses, el enviado especial norteamericano, George Mitchell, ha estado intentando encauzar algún tipo de conversación de paz. Los palestinos no confían en Netanyahu, y Netanyahu tiene serias dudas de que el dividido liderazgo palestino pueda cumplir lo que promete.
Sin embargo, Mitchell logró que ambos bandos acordaran unas "charlas de aproximación": los palestinos se sentarán en Ramallah y los israelíes en Jerusalén, y Mitchell viajará cada 30 minutos entre un lugar y el otro. Tan bajo se ha caído, después de una década de conversaciones cara a cara.
¿Entonces, qué fue lo que pasó? Biden llegó un día después del inicio de las charlas y el Ministerio del Interior de Israel anunció que acababa de aprobar los planes para la construcción de 1600 viviendas.
Netanyahu dijo que lo tomaron por sorpresa. Es probable que sea cierto, al menos parcialmente. La jugada parece haber sido parte de la puja entre dos ministros de Netanyahu -sefardíes de derecha y miembros del partido religioso Shas- acerca de quién es el campeón de la construcción de viviendas para judíos sefardíes ortodoxos en Jerusalén Oriental. Esto demuestra hasta qué punto Israel da por sentado el apoyo de Estados Unidos y el grado de desconexión de la derecha religiosa de Israel con las necesidades estratégicas norteamericanas.
Se comenta que Biden dijo a sus interlocutores israelíes: "Lo que ustedes están haciendo pone en riesgo la seguridad de nuestras tropas en Irak, Afganistán y Paquistán. Nos pone en peligro a nosotros y pone en peligro la paz de la región".
El altercado también nos hace perder de vista el potencial que la situación actual representa: sólo un primer ministro de derecha como Netanyahu es capaz de sellar un acuerdo sobre Cisjordania.
Mahmoud Abbas y Salam Fayyad son los líderes palestinos más sinceros y serios en sus esfuerzos por encontrar una solución que Israel podría encontrar. Hamas ha cesado sus ataques desde Gaza. Y como los árabes sunnitas están obsesionados por la amenaza iraní, nunca antes habían estado tan dispuestos a colaborar con los israelíes.
En resumen, podríamos tener una verdadera oportunidad entre manos, si es que Netanyahu se decide a aprovecharla. Debe decidir si prefiere hacer historia o convertirse, una vez más, en una nota al pie.
Traducción de Jaime Arrambide
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