Por David Rubin
Vicepresidente
de la Rural de Jesús María, Córdoba
El Norte sigue quedando para el mismo lado.
Alguna vez lo hemos dicho: la Argentina es un país donde casi todo está mal hecho.
Situados en ese punto es sencillo atacar cualquier objetivo, ya que siempre hay flancos criticables, como eran cuestionables las AFJP, como es objetable la estructura actual de los medios de comunicación, como es discutible el origen y la legitimidad de nuestra deuda externa.
Desde esta óptica se ubica el gobierno, cada vez que intenta manotear recursos, o negocios para sus propios fines, o para los amigos de los amigos.
Porque seamos claros: ni lo hecho con la Ley de Medios, ni con las AFJP, ni con las empresas re estatizadas, ni con siquiera la Televisación del Fútbol busca cambios de fondo, ni objetivos ideológico – estratégicos: Simplemente es el cambio de manos de esos recursos, presumiblemente para continuar con el despilfarro de una política demagógica que alienta el clientelismo, en una Argentina devastada…
Hay otras presunciones posibles de estas finalidades, pero son mucho más graves aún para plantearlas en un breve análisis.
Con la política Agropecuaria, la situación no difiere en demasía.
Con el discurso contra la sojización, con el de la “Mesa de los Argentinos”, contra los “piquetes de la abundancia”, el gobierno mantuvo una lucha “ideológica”, que no perseguía otra cosa que continuar la sangría de recursos del sector que se coronaba con la resolución 125.
Contra todos esos argumentos, profundizó el proceso de sojización (que este año llegará al 80% del área sembrada), bastardeando los mercados del Trigo y el Maíz, los cultivos que complementan la mínima rotación necesaria en un planteo agrícola.
La Lechería y la Ganadería se destruyeron sistemáticamente con la constante intervención del incalificable Moreno y su patota, la inacción de los responsables de establecer políticas de fondo, llevándonos al insospechable punto de tener que importar estos productos para cubrir el mercado interno.
Mientras los productores se empobrecen, y desaparecen a razón de veinte por día, los productos llegan a la vapuleada “Mesa de los Argentinos” cada día más caros.
Y está claro que la gran tajada de “beneficios” de la intervención estatal no queda en unos ni en otros, sino en los industriales y comerciantes amigos, que participan de la cadena.
Es elementalmente absurdo, y es perverso suponer que se pueden subsidiar a ambos extremos de una cadena. Es suicida, económicamente hablando.
Si no hay un sector que produzca riqueza, no hay nada que repartir, y los acuerdos que se firmen nacen muertos antes de que la tinta de las rúbricas se seque.
Hasta hace poco éramos un país Agro Exportador. Con sus connotaciones buenas, y las cuestionables. Exportábamos Carne, Lecha, Soja, Maíz, Trigo, Frutas… Con los excedentes que producía esa exportación, podríamos haber tenido un consumo interno altamente subsidiado, mientras que al sector productivo se lo hubiese potenciado, generando empleos, agroindustrias, inversiones, plantas donde se le agregase valor a estas materias primas…
Hoy, gracias a los últimos años de intervenciones estatales, somos fundamentalmente un país sojero, que es el único cultivo que nuestro gobierno efectivamente impulsa, ya que las retenciones le permiten seguir en su fiesta de despilfarro y aumento del gasto público.
Frente a este panorama, alguna dirigencia agropecuaria intenta, vanamente, salvar trozos del pasado de la inundación, dejándose en muchos casos encandilar con espejos de colores, que ni siquiera les son entregados.
Volvamos a la frase del principio: Hay que empezar, de una vez por todas, a hace las cosas como corresponde.
Porque cualquier parche, cualquier acuerdo de precios, o ente regulador, cualquier subsidio a la actividad es insultante, cuando proviene del mismo actor que convirtió en deficitaria una actividad que hasta hace poco daba ganancias, para los productores y para el país.
Aceptar estas dádivas es olvidarse del principio de todos los males: la destrucción de nuestra participación en los mercados internacionales.
Si no entendemos que éste es el gran nudo donde se inician nuestros males, vamos a quedar envueltos en la maraña de acuerdos, soluciones de compromiso, pactos incumplibles, corruptelas de entrecasa, liquidaciones de “sálvese quien pueda”…
Y en medio de ese carnaval, todos sabemos quién se debilita, y quién se fortalece.
Hay que volver a plantarse, aunque suene principista.
Hay que volver a unir las manos, a sacarse de la mente la jugada maestra, el subterfugio que nos permita encontrar la salida a este laberinto en que nos han metido.
El Norte sigue quedando para el mismo lado, aunque pretendan convencernos de que por algunos pasillos se llega antes y más lejos, aunque no quepamos todos.
Porque una cosa es ser ingenuos, y dejar (una vez más) que nos usen.
Y otra cosa es ser cómplices.
David Rubin
Vicepresidente
de la Rural de Jesús María, Córdoba
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