Sunday, February 14, 2010

EN LA NACIÓN DE HOY -Domingo- PARA QUE, SI TE GUSTA LA POLITICA...ES UNA MIRADA.


El escenario

Probable víspera de otra derrota

Por Joaquín Morales Solá

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Domingo 14 de febrero de 2010 | Publicado en edición impresa 
Nunca imaginé un final así. El funcionario que lanzó ese lamento acababa de salir de Olivos, tras llevarle a Néstor Kirchner la noticia de que el Senado (la única cámara legislativa en la que el oficialismo confiaba) dio un sonoro gruñido opositor. ¿Cómo es el final? Con la economía mal, con todos en contra, sin Congreso y con funcionarios o ex funcionarios perseguidos por corruptos, respondió aquel kirchnerista. En esos mismos momentos, Cristina Kirchner llamaba "perros" en público a sus opositores, y sus ministros descubrían un golpe de Estado en una inofensiva reunión de radicales que se hacía ante periodistas y fotógrafos. No son maneras de pedir auxilio cuando se avecina un naufragio.
El primer dato devastador para los que mandan es la síntesis de lo que sucedió en el Senado en los últimos días. Los Kirchner dependen ahora ahí de dos personas para la suerte de sus proyectos: el vicepresidente Julio Cobos o el senador Carlos Verna, ambos con una historia de viejas trifulcas con el matrimonio gobernante. El decreto de necesidad y urgencia para hacerse de parte de las reservas nacionales está, según los últimos alineamientos, más cerca de ser rechazado que aprobado por el Senado y, por lo tanto, por el Congreso.
El oficialismo tiene sólo 35 de los 37 votos senatoriales que necesita; los opositores ya tendrían los imprescindibles 37. Para peor, otra mala noticia le llegó al gobierno desde Neuquén: el senador Horacio Lores, a quien el gobierno sumaba entre sus actuales 35, podría cambiar de posición y enrolarse con Verna. La actitud de Verna es la del verdugo que le cede a un colega el acto de matar. En efecto, el senador propuso que el DNU sea convertido en un proyecto de ley para que él pueda votarlo favorablemente. Es lo que corresponde, guste o no, y lo que debió hacerse desde el principio de las cosas.
El problema es que un proyecto de ley debería pasar por las dos cámaras y el Gobierno no tiene la mayoría necesaria en Diputados, donde probablemente sería rechazado. En caso de que deba enfrentar ese tornado, el oficialismo tendrá sólo dos alternativas: consensuar un proyecto con la oposición o renunciar al manejo arbitrario de las reservas nacionales. Lo importante es que exista un proyecto de ley. Después, la oposición podrá cambiarlo , adelantó uno de los principales dirigentes opositores del Senado.
Si el Gobierno lograra sumar un voto más (hace lo imposible por cooptar a la correntina Josefina Meabe), debería caer de rodillas ante Cobos para que desempate a favor del oficialismo. Por ahora, está obligado a rogarle a Verna que cambie su posición. Tal vez, Cristina Kirchner tiene más pasiones contra Verna que contra Cobos. Verna contribuyó en la década del 90 a su expulsión del bloque peronista y Cristina le devolvió el favor, mucho tiempo después, con serias acusaciones sobre las prácticas morales del actual senador en el manejo de los recursos públicos. Puestos a elegir, ambos preferirían no verse nunca más.
El conflicto que expuso la reaparición de Carlos Reutemann no es su condición de candidato presidencial (que no lo es todavía), sino su papel de referencia insoslayable entre los senadores rebeldes. Ningún peronista se siente incómodo si debe fugarse bajo su liderazgo.
Así las cosas, la ratonera del Senado no deja de ser una enorme afrenta política para los Kirchner. Ese paisaje de desamparo se agravó aún más cuando 37 senadores (incluido otra vez Verna) le reclamaron desde la oposición al oficialismo la mayoría de las comisiones senatoriales, tanto en su composición como en sus presidencias.
Verna tuvo una discusión de órdago por este tema, que incluyó agravios personales, con el líder de los senadores oficialistas, Miguel Pichetto. El fantasma de la espectacular derrota oficialista en la Cámara de Diputados, el 3 de diciembre último, amenaza con reeditarse el próximo día 24 en el Senado, cuando se realice la sesión preparatoria de la Cámara alta.
Otras puertas se entornan. La Justicia tiene siempre recursos para estirar o acortar los tiempos. Es probable que la Corte Suprema de Justicia estire los plazos para tratar la apelación del Gobierno a la decisión de una jueza y de una cámara de frenar la transferencia de las reservas a las arcas del Poder Ejecutivo, si es que la apelación le llega. Los Kirchner trabajan para que el recurso de apelación sea tratado ahora, que concluyó la feria judicial, por otra sala del fuero Contencioso Administrativo. La sala IV está integrada por dos jueces subrogantes (el Gobierno no hizo todavía las designaciones correspondientes), Sergio Fernández y Luis Márquez, ambos con fluidas vinculaciones con el oficialismo.
Legisladores de la oposición podrían pedir en las próximas horas la recusación del camarista Fernández, hermano de Javier Fernández, un auditor del Gobierno que es el operador oficialista que más trabaja entre los jueces. La misión política de Javier Fernández entre los jueces es demasiada conocida como para que su propio hermano pueda aparecer como un juez independiente en un tema crucial para la administración. En su momento, Fernández y Márquez desplazaron al candidato que había ganado el concurso para integrar esa Cámara. Ahora se explica por qué.
De todos modos, ¿qué haría la Corte si le llegara la apelación del Gobierno? Tomarse tiempo hasta que la política resuelva sus problemas, es decir, hasta que actúe el Congreso. El juez Eugenio Zaffaroni, en público, y el juez Enrique Petracchi, entre sus pares en el máximo tribunal judicial, vienen bregando para que la Justicia no termine arbitrando en los muchos zafarranchos políticos. Dejemos que funcionen los poderes elegidos por la sociedad , suelen decir.
Un argumento de la primera cámara judicial que aceptó el planteo de Martín Redrado es muy repetido entre los ministros de la Corte. Es éste: si las reservas se necesitaran realmente y si, como se sabe, los vencimientos más importantes de la deuda pública serán sólo a mediados de año, ¿por qué la Presidenta no convocó a sesiones extraordinarias del Congreso en diciembre para que éste tratara su proyecto en lugar de dictar un decreto de necesidad y urgencia? ¿Por qué la Corte debería resolver ahora ese problema? ¿Por qué deberían ser los jueces los que decidan qué protagonista político tiene la razón?
El caso de la relación de Cristina Kirchner con las instituciones es una de las deserciones más significativas de la política. No viajó a China ante el riesgo de que Cobos, durante su interinato, convocara al Congreso. ¿Cuál era el enorme peligro que la acechaba? ¿Acaso sólo la posibilidad de que el Parlamento debatiera las decisiones del Estado? Ahora, la Presidenta está urgida para que la Corte Suprema le evite enfrentarse con el Congreso y libere las reservas que la Justicia dejó en poder del Banco Central. Resulta, sin embargo, que la Corte está más pendiente de su papel institucional que de los caprichos presidenciales. ¿En qué covacha de la historia quedaron olvidadas las promesas de Cristina de una mayor institucionalidad durante su mandato? Cristina decidió parecerse más a Chávez que a Bachelet , desliza alguien que la conoce bien.
Esos dos sectores, el Congreso y la Justicia, están cambiando el ecosistema político que gobernó en los últimos siete años. Una coincidencia básica de la oposición, que nadie divulga aún, consiste en obligar a los Kirchner a tomar las decisiones económicas impopulares, a las que le huyeron en los momentos de gloria. No queremos heredar un país con un déficit inmanejable y con subsidios incomprensibles , subrayan los antikirchneristas. ¿Qué harán los Kirchner si no contaran con las reservas, como parece que sucederá finalmente? Silencio. Nadie pronostica nada.
El tifón de la inflación es, a pesar de todo lo que pasa, el primer problema político de los Kirchner. Significa una sima más profunda aún en su relación con la sociedad. Es probable que Amado Boudou pague los platos rotos de la inflación. Artemio López señaló en uno de sus habituales informes para algunos gremios que el alza de los precios de los alimentos durante enero fue del 30 por ciento. Guillermo Moreno demoró la difusión del parte oficial sobre la inflación de enero hasta que Néstor Kirchner salió del sanatorio. Entonces se reunió con él y ambos volvieron a mentir: el aumento de los precios fue del uno por ciento, informaron. Ni los ujieres de Olivos creen ya en esas cosas.
Moreno es más culpable que Boudou de la inflación, pero Boudou no ha hecho nada para enmendar tantos errores. Su salida puede estar cerca. Nadie lo llorará. ¿Quién llora, al final de cuentas, por un gobierno que ha hecho de la confrontación y la crispación no sólo un estilo, sino también un método?

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