Israel sigue navegando
con impunidad
Ricardo Zin
31 Mayo 2010
Esta película ya la hemos visto, aunque ahora parezca una de piratas. Las Fuerzas Armadas israelíes golpean con desproporción y alevosía, sin el más mínimo respeto al derecho internacional, sin contemplación por los inocentes, del mismo modo en que lo hicieron en Líbano en 2006 y en Gaza en 2006, 2007 y 2009. La estrategia del “matón del barrio”, según la bautizara el periodista israelí Gideon Levy.
Como ya es costumbre, ahora empieza la otra batalla: la del ruido, la desinformación y la propaganda. Danny Ayalon, viceministro de Asuntos Exteriores, ya asumió con estoicismo que le toca hacer el ridículo al anunciar que la “Flotilla de la libertad” viola el derecho internacional y tiene conexiones con Al Qaeda (no importa que en los barcos fueran la premio nobel Mairead Corrigan Maguire, el escritor sueco Henning Mankell y parlamentarios de Alemania, Noruega, Suecia, Bulgaria e Irlanda). Ridículo que apenas supera al protagonizado en 2009 por el portavoz Mark Regev, cuando se vio obligado a negar el uso de fósforo blanco sobre una escuela de la ONU en Gaza al mismo tiempo en que las fotografías tomadas por los periodistas mostraban que estaba mintiendo.
La oficina del Primer Ministro manda a los periodistas un correo electrónico con elmenú de un restaurante en Gaza para demostrar que no hay bloqueo. No importan los informes de Human Rigths Watch, Amnistía Internacional o la ONU, el hipervínculo a un menú que ofrece carne echa por tierra todo lo que hemos publicado en este blog desde Gaza: la escasez de alimentos, de medicinas, de combustible, de materiales para la construcción; las personas que intentan abandonar la Franja para ser operadas en el extranjero pero que son rechazadas en la frontera y mueren sin recibir la atención necesaria; los pescadores que son atacados al salir a faenar.
No, Gaza no es una gran prisión a cielo abierto. No, Gaza no es un territorio sitiado, cuyo cerco viola el derecho humanitario. No, Gaza no es el lugar en el que se refugiaron los palestinos que huyeron de sus hogares en 1948 y 1967. Hogares a los que nunca se les permitió volver y que ven por encima de la alambrada. No, como declaró hace poco Simón Peres a El País, Gaza es un “organismo iraní”. Está escrito en el menú delrestaurante Roots Club, situado en la calle Cairo de la ciudad de Gaza.
La comunicación en estos días pasará asimismo por los espontáneos, que en los comentarios de este blog y de tantos otros hablarán de los atentados suicidas, aunque hayan pasado cinco años desde el final de la Segunda Intifada. Hablarán de Gilad Shalit, sin hacer referencia a los miles de palestinos que se pudren en cárceles israelíes sin cargos ni condena, entre los que se cuentan niños y mujeres. Hablarán del racismo, cuando quienes no pueden salir de sus pueblos y barrios en Cisjordania y Jerusalén Oriental por una mera cuestión de raza, son los palestinos. Hablarán, una vez más, del Holocausto, ofendiendo la memoria de sus víctimas al justificar en su nombre nuevas víctimas de la barbarie y las ambiciones de poder.
En medio de todo este ruido que se avecina no debe confundirnos: si el Tsahal se ha convertido en esta caricatura de un ejército, es porque se trata de una fuerza de ocupación, que lleva 43 años amedrentando y hostigando a civiles. Lo peor que le puede pasar a un ejército, como sentenciara Sun Tzu en “El arte de la guerra”.
Tampoco debemos olvidar que si Israel se sigue comportando con semejante impunidad es por la doble vara de medir de las grandes potencias que no se atreven a imponerle sanciones, que le siguen abriendo la puerta a acuerdos de preferencia comercial y desarrollo armamentístico, que le brindan patente de corso para que continúe con sus atropellos. En un nuevo artículo Gideon Levy sostiene que Israel navega por un “mar de estupidez”. Aquí agregamos que no navega en solitario, sino que se trata de una regata en toda regla. En una de sus embarcaciones flamea también, muy a nuestro pesar, la bandera española.
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