Thursday, April 15, 2010

PUBLICADO EN LA NACIÓN DE HOY JUEVES DE ABRIL

Cuentas nerviosas, presiones y hasta risas por el botón verde

Detalles de la sesión en la que Menem lo hizo, pero no estuvo solo; el sospechoso acercamiento de un secretario a una banca y los cruces más calientes

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Miércoles 14 de abril de 2010 | 18:54 (actualizado a las 01:00)
Por Lucrecia Bullrich 
De la Redacción de lanacion.com 

Y un día, el Senado volvió a sesionar. Como ocurrió durante los últimos 45 días de tironeos por el quórum, chicanas y acusaciones cruzadas que tuvieron al Congreso parado, la incertidumbre y los pronósticos en vano fueron las estrellas de la tarde.
La discusión del pliego de Mercedes Marcó del Pont como presidenta del Banco Central, que la Casa Rosada había pensado como un trámite indoloro, se convirtió en una renovada muestra de la fragilidad que sobrevuela el Senado, un mundo en el que los papeles con cuentas hechas y rehechas a mano, los lamentos por las ausencias y los insultos por lo bajo por los cambios de último minuto ocupan más lugar y marcan más el ritmo que los discursos en el recinto.
El tablero marcaba las 14.36 cuando Adolfo Rodríguez Saá dio el grito. "Usted es el secretario de toda la Cámara. No puede ejercer semejante presión. Tiene que volver a su lugar", exclamó. Le hablaba a Mario Daniele, el ex senador por Tierra del Fuego y actual prosecretario administrativo de la Cámara alta, que se había acercado a la banca de la senadora oficialista Adriana Bortolozzi. La formoseña ya estaba sentada y había dejado a la oposición, una vez más, al borde del ansiado quórum.
También se le acercó el jefe de su bloque, Miguel Pichetto. Le hablaron, claro. Lo que le dijeron es, por ahora, un misterio. Pero para los senadores que miraban la escena la intención era clara: obligarla a levantarse. La mujer permaneció impávida y bajó la cabeza. Frente a Pichetto incluso alzó los brazos en señal de impotencia. "Tengo miedo. Pero me voy a quedar. Hoy y todos los miércoles", dijo cuando le abrieron el micrófono. El arco opositor estalló en un aplauso que no alcanzó para sacarle el pánico de la cara. Además, enseguida perdió el protagonismo.
A paso lento, visiblemente consciente de la tensión y expectativa que generaba con cada movimiento, Carlos Menem empezó a desandar los pocos pasos que separan la entrada al recinto de su banca, en uno de los extremos derechos del hemiciclo. De impecable traje azul y camisa celeste avanzó serio, dejó que un colaborador lo ayudara a sortear un escalón sin problemas y se sentó en su banca. Eran las 14.38. El tablero volvió a mostrar la palabra "quórum", la gran ausente de las últimas semanas, que titiló hasta quedar firme y en letras rojas. Pichetto, que después del intento fallido con Bortolozzi había vuelto a desaparecer, entró sin perder tiempo. Detrás suyo, el resto de la tropa, obligada a dar batalla.
Menem se convirtió en el dueño de todas las miradas, pero siguió el debate desde la ausencia, casi sin cambiar de posición, apenas moviendo el brazo para tomar agua o incorporándose levemente para hacerle algún comentario al formoseño José Mayans. Ada Maza, antigua aliada de Menem en La Rioja actuó por momentos como nexo entre el ex presidente y la cúspide de la bancada kirchnerista. Envuelta en una provocativa camisa a rayas negras y blancas la senadora saludó a Menem apenas estuvo sentado y volvió a acercársele después de haber hablado un buen rato con Pichetto, Nicolás Fernández (Santa Cruz) y José Pampuro (Buenos Aires).
Alrededor, se sucedían los discursos con los argumentos a favor y en contra de aprobar el pliego de Marco del Pont. Pero la discusión corría por otro carril: el de la matemática. Con dos ausencias que no estaban en los cálculos de nadie (la de la rionegrina María José Bongiorno, que faltó por enfermedad y el jujeño Guillermo Jenefes, de viaje) las cuentas volvían a cero y Menem se convertía, una vez más, en la pieza clave.
La oposición, que había arrancado con el glorioso 37 pasaba a tener 34 votos asegurados (dejaba de contar con Menem, Bortolozzi y la santafecina Roxana Latorre). Las dos mujeres ya habían avisado que sólo apoyarían al arco no kirchnerista para conseguir quórum y que luego volverían al redil, con lo que el oficialismo pasó a tener 35 adhesiones y la oposición 34.
Así las cosas, el voto del riojano se convirtió (otra vez) en eje de todas las especulaciones. Aunque allá lejos y hace tiempo había anticipado que se abstendría, sus movimientos de las últimas semanas alcanzaron de sobra para reavivar el misterio. ¿Votaría con la oposición? ¿Obligaría a Julio Cobos a desempatar? ¿Apoyaría a Marcó del Pont y, así, al Gobierno? ¿Cumpliría con lo anunciado?
A las 16.45 Menem volvió a dejar a muchos sin aliento. Pichetto cerraba el discurso previo a la votación cuando el ex presidente se levantó una vez más de su banca (lo había hecho dos veces antes) y desapareció detrás del cortinado. Nadie escuchaba a Pichetto. Las miradas descansaban todas sobre la puerta del recinto. Pasaron dos minutos. Lento, y nuevamente atento al efecto que producía cada uno de sus pasos, Menem reapareció y pidió la palabra. Entre risas, y mientras buscaba la manera de prender el micrófono ("Cómo se nota que hace tiempo que no viene", bromeó por lo bajo el colaborador de un encumbrado senador oficialista por lo bajo) y anunció su abstención.
La que siguió fue, una vez más, una escena digna de la escuela. Una cuestión semántica produjo una serie de aclaraciones que llegaron a enojar a Cobos. Ocurre que primero se votó por el rechazo al pliego, por lo que, aquellos que estuvieran a favor (del rechazo) debían pulsar el botón verde y los que estuvieran en contra (es decir, que apoyaran la designación) apretar el rojo. Preocupada por que no hubiera errores, la salteña Sonia Escudero pidió la palabra para explicar eso mismo. Cobos se impacientó: "Ya sabemos. No hace falta tanta aclaración", se ofuscó. Mayans se burlaba de algún compañero de bloque hincha de Independiente: "Voy a tener que votar por el rojo, che, no queda otra , dijo entre risas. Otro oficialista deslizaba: "Debe ser la primera vez que los radicales tocan el verde".
El resultado se vio pocos segundos después: una ajustada victoria oficialista que, en algún momento de la tarde llegó a ilusionar a la oposición. Números rojos y verdes sobre un tablero que empezaba a acostumbrarse al negro del silencio.

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