Análisis. Por Juan Carlos de Pablo * |
Nadie espera que cada uno de los países que hoy utiliza el euro como moneda vuelva a emitir su propio dinero, y mucho menos alguien espera que el Banco Central Europeo le haga “pito catalán” a los actuales tenedores de euros, como el mismísimo Reichsbank alemán hiciera con quienes tenían marcos emitidos antes de la hiperinflación de 1923. En otros términos, nadie adopta hoy decisiones sobre la base de que el euro habrá de desaparecer.
Al mismo tiempo nadie tomó en serio la declaración del presidente francés, al terminar una reunión de líderes de 16 países que integran la Unión Europea. Nicolás Zarkozy afirmó que “los especuladores deben saber que van a apostar a perdedor”, lo cual a los argentinos automáticamente nos recordó la desafortunada afirmación de Lorenzo Juan Sigaut, cuando como ministro de Economía de la Nación dijo que “quienes apuesten al dólar van a perder”, y un par de días después aumentó 30% el precio de la moneda de Estados Unidos.
Pero si el euro no va a desaparecer cabe esperar que su cotización disminuya con respecto al dólar; ¿a qué precio conviene volver a comprar?
La relación entre el euro y el dólar tiene una historia corta y muy volátil.Como moneda de cuenta el euro nació a comienzos de 1999, como moneda física a principios de 2002. Dicha relación arrancó 1 euro igual a 1,16 dólar. Luego cayó hasta 0,80, más tarde subió hasta 1,60, volvió a caer, volvió a subir hasta 1,50 y ahora está disminuyendo, ubicándose por debajo de 1,30.
A propósito: una variable que vale 1.000 en los períodos impares y 0 en los períodos pares, exhibe gran volatilidad aunque es muy fácil de pronosticar (en economía, en la práctica, lamentablemente esto rara vez ocurre).
¿Por qué oscilaciones tan fuertes? En 1976 Rudiger Dornbusch publicó un trabajo titulado “dinámica de los tipos de cambio”, donde explicó que en el corto plazo los tipos de cambio fluctúan muchísimo, porque frente a modificaciones en las condiciones macroeconómicas los mercados cambiarios se ajustan de manera instantánea, mientras que los mercados de bienes y de factores productivos lo hacen a mucha menor velocidad. Lo cual genera sobreajustes en las cotizaciones de las monedas (overshooting).
¿Cómo se explica tamaña volatilidad entre monedas “tan importantes”, que tienen detrás de sí “PBI tan grandes”? Por la existencia de muchísimo capital financiero, que se puede mover con facilidad.
Cuando los tenedores de activos financieros se asustan, “vuelan” –en busca de calidad– a los dólares contantes y sonantes, o a bonos emitidos por el Tesoro de los Estados Unidos, alternativas que prácticamente no generan ningún rendimiento. Por lo cual, cuando se les pasa el susto, las alternativas que durante el pánico les parecían maravillosas, cuando recuperan la calma les parecen insoportablemente poco rendidoras. El susto disminuye la relación entre el euro y el dólar, la calma la aumenta.
La explicación de la volatilidad traslada el pronóstico del plano numérico al plano causal. Porque ahora, en vez de hacer un ejercicio con una calculadora, se trata de pronosticar cuándo volverá la calma a Europa. Imposible saberlo.
¿Qué hacer, entonces? Tener en cuenta los supuestos básicos del análisis (que el euro no dejará de existir, pero que en el corto plazo perderá con respecto al dólar), junto a la historia de la relación entre el euro y el dólar.
Que el precio del euro caiga con respecto al del dólar quiere decir que a la vieja cotización había oferta excedente, pero que finalmente se opere a un nuevo precio (menor que el anterior) quiere decir que alguien, hoy, está comprando euros. Y no solamente compran los Estados, o el Banco Central Europeo, sino también particulares.
Cabe pensar que quienes hoy compran euros no son menos inteligentes que quienes esperan mejor oportunidad para comprar. ¿En qué sentido, para comprar euros, el futuro puede ser mejor que el presente?
En el sentido de que, para muchos, la cotización del euro se va “destrozar”, porque probablemente haya compras oficiales, para evitar fuertes caídas, pero difícilmente sean suficientes como para evitar ulteriores deterioros.
Lo cual quiere decir que para comprar algunos están esperando que el euro caiga, digamos, a 1,20 por dólar; otros que cruce la “barrera” del 1 a 1 (ya la cruzo, ¿por qué no habría de ocurrir otra vez?); y no faltan quienes, en vez de estudiar, esperan sentados que la cotización deje de caer para comenzar a comprar cuando comience la recuperación (después de todo, cada cotización en baja vuelve a aparecer durante la etapa de alza).
Cada uno sabrá lo que hace. Quienes operan en los mercados financieros, bursátiles y cambiarios desde hace mucho tiempo nunca esperan los cambios en la tendencia para comenzar a comprar (cuando algún amigo o pariente nos dice que vendió justo cuando la cotización dejó de subir, o que compró justo cuando comenzó a subir, es que tuvo suerte o… miente), sino que van “armando y desarmando posiciones”, como denominan a la proporción que los diferentes activos financieros tiene en su portafolio.
Última, pero muy importante. Estas líneas focalizaron al euro como activo financiero, pero su cotización con relación a la del resto de las monedas también tiene implicancias sobre la economía real. Grecia puede estar descolocada con respecto al resto de la Unión Europea, pero un euro por encima de -digamos- 1,40 por dólar, es un euro que impide que los europeos en su conjunto puedan exportar al resto del mundo. La caída del euro con respecto al dólar, precipitada por dudas financieras, es (secretamente, supongo) aplaudida por quienes fabrican queso en Francia, muebles de cocina en Milán y máquinas herramientas en Munich. El mundo no es solamente financiero, cambiario o bursátil, no importa lo que sugieran las tapas de los diarios cada vez que, en cadena, se desploman las bolsas del mundo.
* Economista y columnista de Revista Fortuna
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