El fascismo de fiesta
La intolerancia coarta la libertad, y sin libertad la vida es bastarda.
Por Ramón Valdez
Ahora que estamos transitando los festejos de nuestro bicentenario, el valor sistémico a rescatar, por excelencia, es sin lugar a dudas el democrático; porque es el sistema que nos permite disentir, consensuar, dar a conocer nuestras ideas; y se perfecciona en su ejercicio.
La democracia reconoce el pluralismo de opiniones, preferencias y proyectos políticos, amen de aportar procedimientos pacíficos e institucionalizados para dirimir conflictos en el marco de los derechos ciudadanos.
Por estos últimos días asistimos azorados de como la intolerancia, y hasta la violencia, ocupaban un primerísimo lugar en nuestro escenario democrático. Los escarches fascistas del dictador italiano Benito Mussolini volvieron a adquirir actualidad y relevancia.
En la Feria del Libro, (la feria de la libertad), nada más y nada menos, se produjeron dos enormes casos de intolerancia extrema. Uno dirigido a la disidente cubana Hilda Molina y el otro al periodista Gustavo Noriega, que estaba presentando su texto "Indek: historia íntima de una estafa".
También se escrachó a periodistas no afines al gobierno central. Aparecieron diseminados por la ciudad afiches con las fotos de los profesionales amordazados. Nadie se adjudico el hecho, no llevaba firmas; solo el sello de la infame cobardía de escudarse en el anonimato.
Cabe destacar que la tolerancia encuentra en la democracia su mejor hábitat. De modo contrario como podríamos concebir, el diálogo, el pluralismo, la legalidad o la representación política sin tolerancia.
La tolerancia, según el diccionario de la lengua española es el respeto a las ideas, opiniones, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias.
Es aceptar, admitir, permitir al diferente. Es la aceptación de la diversidad de opinión. Es la capacidad de escuchar y aceptar al otro apreciando las diversas maneras de comprender; eso si, siempre y cuando no se agravien los derechos fundamentales de las personas.
La tolerancia es uno de los más importantes preceptos de carácter ético y político que garantiza la convivencia en un régimen democrático. Podemos asegurar, sin margen de equivocarnos que la tolerancia es uno de valores esenciales, que dan vida a la democracia.
Nuestro sistema toma forma y se hace realidad con el ejercicio de la libertad, la igualdad política, la soberanía popular, el pluralismo, el diálogo, la legalidad, la justicia, la representación política, la participación, el principio de mayoría y los derechos de las minorías.
La tolerancia esta fuertemente ligada a la libertad, mantiene una relación simbiótica. Al referirnos a ella, inmediatamente nos referenciamos en la libertad, uno de los apotegmas mas sagrados, después del derecho a la vida.
La intolerancia coarta la libertad, y sin libertad la vida es bastarda.
En nuestro país solo la tolerancia es la que puede asegurar la convivencia social y política civilizada, con ello evitaremos nuevas experiencias autoritarias que han lacerado a nuestro pueblo, y donde aun quedan heridas abiertas.
La intolerancia y la confrontación no nos llevan a buen puerto. Ante la indicación religiosa que ofrece el Talmud del “ojo por ojo”, el pacifista Gandhi expreso que si aplicamos ese principio, “tendremos un país de ciegos”.
Se torna importante que durante este tiempo de reflexión que nos propicia el marco del bicentenario, pongamos en su justo valor a la tolerancia para la construcción de una sociedad pluralista que acepte la diversidad en todos los ámbitos, solo así consolidaremos una sociedad mas justa y democrática.
Ramón Valdez es periodista que se ha desempeñado en diversos medios nacionales e internacionales. Desde joven adscribió al peronismo donde ocupo relevantes cargos partidarios
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