El molde de la corrupción
El caso de las coimas para hacer negocios con Venezuela es apenas parte de un esquema generalizado por el kirchnerismo
La declaración judicial de un ex embajador argentino en Venezuela no sólo ha confirmado lo que sería otro grave capítulo de la generalizada corrupción del kirchnerismo -en este caso, el de las coimas que empresarios argentinos debían pagar para hacer negocios con la Venezuela de Hugo Chávez-, sino que, al mismo tiempo, confirmaría el empleo de un mismo molde o esquema en forma indiscriminada por el kirchnerismo en prácticamente todos los rubros: el del cohecho como única manera para seguir en el mercado.
El posible pago de coimas de alrededor del 15 por ciento a funcionarios por parte de empresarios dedicados a la venta de maquinaria agrícola para Venezuela no era desconocido, pero el valiente testimonio brindado ante la Justicia por Eduardo Sadous, ex embajador en Caracas, le ha dado una sólida base a la investigación a cargo del juez federal Julián Ercolini.
Su expediente podría convertirse en una megacausa que abarcaría distintos tipos de casos caracterizados por una pauta común y que se vio en detalle en el caso de las coimas y los sobreprecios en la ampliación de los gasoductos durante el gobierno de Néstor Kirchner. Se trata del caso Skanska, que el juez federal Norberto Oyarbide mantiene paralizado pese a los numerosos indicios y algunas pruebas documentales sobre la existencia de sobreprecios en las obras y el pago de coimas.
Similar esquema es el que puede discernirse a partir de la información sobre la investigación de Ercolini: la obligatoriedad, para los empresarios, de pagar una comisión ilegal para poder exportar a un gobierno amigo del kirchnerismo. También se investiga el desvío de dinero de un fideicomiso de 90 millones de dólares para financiar ventas de productos argentinos a Venezuela.
La causa se inició en 2008 con una denuncia de la diputada Elisa Carrió, quien incluyó entre los sospechosos a algunos de los políticos y empresarios con más poder en el país. Los acusó de manipular licitaciones y permitir que un selecto grupo de compañías hicieran fortunas con sobreprecios pagados por el Estado.
Además de los Kirchner, Carrió acusó al ministro de Planificación Federal, Julio De Vido, y al secretario legal y técnico, Carlos Zannini. También al ex secretario de Transporte, Ricardo Jaime, y a Claudio Uberti, ex titular del Organo de Control de las Concesiones Viales (Occovi) y hombre clave para los negocios con el régimen de Hugo Chávez.
En la lista de empresarios presuntamente beneficiados por el kirchnerismo Carrió incluyó a Cristóbal López (juego), Lázaro Báez (construcción) y Rudy Ulloa (medios).
El fiscal federal Gerardo Pollicita amplió la nómina de investigados y mencionó a 18 empresas que podrían haber sido parte de las supuestas maniobras. Entre ellas, las concesionarias Metrovías, Ferrovías y Trenes de Buenos Aires.
Como puede advertirse, surge como figura central, pero no excluyente, el Ministerio de Planificación. Allí se desempeñaba Uberti, abrepuertas del comercio con Caracas y, no por casualidad, compañero de viaje del venezolano Guido Alejandro Antonini Wilson en el avión privado que en 2007 llegó de Caracas con una valija con 800.000 dólares secuestrados al venezolano y presuntamente destinados a la campaña electoral de Cristina Kirchner.
Del ministerio de De Vido dependía también el Enargas, protagonista del caso Skanska, y Ricardo Jaime, quien durante su paso como titular de la Secretaría de Transporte habría multiplicado su patrimonio y es ahora investigado en casi una veintena de expedientes.
Se trata, en su mayoría, de funcionarios y ex funcionarios que, como De Vido, gozan de la máxima confianza de Néstor Kirchner y, también como De Vido, lo acompañaron en la gobernación de Santa Cruz. Periodistas independientes de esa provincia sostienen que fue en aquellos lejanos años cuando se montó, a escala provincial, el presunto sistema por el cual los empresarios que querían prosperar debían, previamente, contribuir al enriquecimiento de los funcionarios.
La extraña relación del kirchnerismo con el chavismo se vuelve lógica si se la explica a partir de la posibilidad de extender a Venezuela, con la absoluta complicidad de su gobierno, el esquema que tantas alegrías proporcionó a los kirchneristas primero en Santa Cruz y luego en el plano nacional.
Resta destacar, a manera de edificante contracara de este triste panorama, la valerosa actitud del embajador Sadous, quien no dudó en declarar, sabiendo, probablemente, que sería desmentido no sólo por los funcionarios, sino por los empresarios que él mencionó como víctimas del esquema kirchnerista.
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